SU PASO POR NUEVA GERONA Y SU INCORPORACION AL MOVIMIENTO 26 DE JULIO. Primera parte.

En nuestro primer número de La
Clandestinidad tuvo nombres, mencionamos que nuestro objetivo era dar a conocer
pasajes de la lucha clandestina en Santiago de Cuba, en la década del 50 y
aclarábamos que el blog sería totalmente espontaneo, de ahí que hoy queremos
hablar justamente de la figura del padre Sardiñas, que si bien no militó en el
Movimiento 26 de Julio, en la antigua provincia oriental, ni en Santiago de
Cuba, si necesitó de este núcleo para su arribo a la Sierra Maestra, que es
justamente el pasaje que queremos abordar. No porque sea el más desconocido,
–ya dijimos que en general muy poco se conoce de la vida y accionar de este
hombre-, sino porque resulta muy interesante y revelador para ir adentrándonos
en la personalidad de este sacerdote que llegó a ser comandante del Ejército
Rebelde y ya después del triunfo revolucionario vestía con orgullo una sotana
verde olivo, diseñada por su amigo el
Comandante Camilo Cienfuegos.
Guillermo Sardiñas, luego del triunfo, en
momentos de incomprensión y de cierta manera, también de confusión, fue capaz
de vivir plenamente el evangelio y difundirlo sin dejar de abrazar la causa
revolucionario. “Fue un hombre
sinceramente religioso, sinceramente cristiano y sinceramente revolucionario”,
como lo definiera el capitán Jorge Enrique Mendoza. El sacerdote comandante, se
adelantó a su época y de forma práctica a la Teología de la Liberación; pero
además, sin pretenderlo, se convirtió en
el eslabón entre el cura Hidalgo y el sacerdote Camilo Torres.
A partir de hoy, en diferentes
oportunidades iremos dando a conocer algunos pasajes de su vida.

Guillermo Sardiñas Menéndez nace el 6 de
mayo de 1917, en Sagua la Grande. A los 12 años, mediante carta al Vicario General de
Cienfuegos en aquel entonces, le expresa su deseo de seguir la carrera
eclesiástica, decisión que si bien sorprende a la familia, nada puede hacer,
dada la firmeza de carácter de Guille.
El jovencito Sardiñas ingresa en el
Seminario de San Carlos, en La Habana y es justamente en este recinto donde
comienzan a aflorar sus inquietudes políticas, defendidas con pasión sus puntos
de vistas en franco desacuerdo con el tirano Gerardo Machado.
Posteriormente, pasa a estudiar en el
Seminario de San Basilio el Magno, perteneciente a la archidiócesis de Santiago
de Cuba, donde se gradúa de Teología en 1936 y es seleccionado para cursar
estudios superiores en la Universidad Gregoriana de Roma, en la cual obtuvo el
título de Derecho Canónico y a finales de 1941, debido al estallido de la Segunda
Guerra Mundial, se ve obligado a regresar a Cuba.
Su primer destino, el 20 de abril de 1942,
es como cura párroco del municipio de Corralillo, en Las Villas. Posteriormente
será designado en Palmira, Vueltas, El Jíbaro, Alquizar, Quivicán; lugares poco trascendentales, teniendo en cuenta los
títulos académicos del padre Sardiñas.

Mariano Rives, cajero del Banco
Continental, ubicado muy próximo a la iglesia, y amigo del padre Sardiñas, mencionaría:
“En mas de una ocasión me
invito a llegarme hasta !a iglesia para conversar. Por su forma de hablar, me di cuenta de que simpatizaba con Fidel y
con el ataque al Moncada y comprendí, a mi
vez, que el se había dado cuenta de mi vinculación con un grupo de compañeros
que nos unimos, prácticamente, a raíz de haber llegado los moncadistas al
Presidio Modelo en octubre de 1953, y que nos dedicábamos a reunir dinero para
comprarles medicinas y alimentos a ellos y hacérselos llegar. Por supuesto, aun
no se había constituido el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, sin embargo,
ya nosotros nos aglutinábamos en tomo a la familia Montané que vivía en Nueva
Gerona y a Melba Hernández”
Rosario Bosque, madre del asaltante Juan
Almeida, solo podía visitar a su hijo
recluido en el Presidio Modelo, un domingo al mes:
“Todos en casa íbamos. Aquel viaje era
tremendo, llegábamos en el barco muy temprano el domingo, y como la visita era
más tarde,luego de desayunar,
asistíamos a la misa. Allí conocimos al padre Sardiñas.
Cuando supo que mi hijo estaba preso y que
debíamos trasladarnos desde La Habana para visitarlo, le pidió a mi esposo que
le contara todo lo relacionado con el asalto al cuartel Moncada, pues el
manifestaba que las noticias que le habían llegado eran muy tergiversadas. Mi
esposo lo puso al tanto de todo, explicándole
muchas cosas que el ignoraba. Todos los meses, como él sabia que siempre
íbamos, nos veía al terminar la misa y nos pedía noticias. Desde un inicio, vi
que era un hombre limpio, muy franco, muy natural”

La familia del moncadista Jesús Montané
Oropesa residía en Nueva Gerona, y eran personas muy conocidas en aquella
ciudad. Su madre, Zenaida, al evocar
aquella etapa, comentaría:
”Conozco a Sardiñas porque es nombrado
párroco de la iglesia Nuestra Señora de los Dolores. En aquellos momentos teníamos
nuestras creencias y pertenecía a la Asociación de Maestras Católicas, en la
que nos agrupábamos las maestras creyentes. Nos reuníamos mensualmente, con el
fin de recolectar fondos para hacer obras de caridad y beneficencia a los niños
que no tenían abrigos o zapatos, ni uniforme para asistir a la escuela, además
de impartir clases a personas adultas. Estas reuniones eran presididas por el
párroco y por ese motivo lo traté, aunque no profundamente. Él cooperaba siempre en todo. Era una persona afable, atenta,
pero reservada.
Un da, en el centro escolar donde yo
trabajaba, tuvimos necesidad de comprar una bandera para izarla allí y con tal
motivo se la llevé al padre Sardiñas para que me la
bendijera. Estábamos en la sacristía y me dijo: “Mire, Zenaida, yo se la voy a bendecir, pero esta bandera no va a
flotar libre hasta que Fidel no baje de la sierra”. Fue entonces cuando me
di cuenta de sus ideas revolucionarias”.
Roberto Más, vecino de Nueva Gerona,
también tiene mucho que aportar:
“Lo conozco porque en aquellos tiempos
Isla de Pinos era muy chiquita. Tendría unos 6 000 o 7 000 habitantes en toda
la isla y tenia sus costumbres o sus peculiaridades; allí existía un dentista,
un medico, un veterinario, que era yo. y un cura que era el.
No había muchos lugares donde ir. Nos
saludábamos al coincidir en uno de estos sitios y al tercer día en que
coincidíamos, ya nos llamábamos por los nombres y se entablaba una
conversación. Así que yo sabia perfectamente quien estaba con la Revolución y
quien no. quien pensaba en contra y en quien no podía confiar.
Conversábamos y el tema de nuestras
conversaciones siempre giraba en torno al problema político, preocupaciones que
el compartía. Con sotana y todo el iba mucho al hotelito que se llamaba El
Virginia, donde tomábamos, conversábamos, conspirábamos, jugábamos cubilete,
dominó, y para que tu veas como era, no le importaba que alguna beata lo
pudiera criticar; es que era un hombre fuera de lo normal, de una manera de ser
distinta para aquella época. Salíamos a pasear en una lancha y el iba vestido
de cura. Otra cualidad que resaltaba en el,era su desinterés por las cosas materiales”.
El padre Sardiñas también era asiduo
visitante del bar Moré. Mariano
Rives lo recuerda bien:
“Allí en el bar Moré, se sentaba y se
ponía a conversar y a hacer cuentos con nosotros. En ese momento era como si no
hubiera un sacerdote, sino uno mas del grupo. Sin embargo, en su iglesia. su
trabajo como sacerdote lo cumplía cabalmente.
A la gente de aquí le agradaba su forma.
Se veía franco, no tenía los prejuicios que solían tener los curas, con la
misma sotana se sentaba con nosotros a jugar cubilete. Por cierto, cuando
perdía daba unos cubiletazos durísimos. Era un cura que salía bastante a la
calle, no de los que se mantenían en la iglesia. Siempre se le podía ver
caminando por la calle principal. Se codeaba con todo el mundo. Y esa forma tan
particular no transcendía desfavorablemente, al contrario, las personas lo
veían bien y simpatizaban con él”
Dionisio Santa Cruz, otro pinero recuerda una expresión muy
simpática del padre Sardiñas: “El decía
que debajo de la sotana había un pantalón, y bien puesto como el de cualquiera.” Argelio Díaz,
a pesar de que era muy joven entonces, confirma las visitas del padre al
bar Moré donde compartía con todos los asistentes: “Y eso a la feligresía no le
molestaba, al contrario, le hacía mas bien gracia, puesto que en la iglesia
predicaba los sermones y las misas con enorme respeto” y añade que cuando
alguien comentaba que en el bar Moré estaba Sardiñas, a la mayoría les hacia
gracia: “pues con la iglesia siempre fue muy recto, a tal extremo que no había
nadie que pudiera reprocharle nada. La iglesia se llenaba. Todo el mundo lo
quería, incluso, muchos feligreses iban allí, al bar Moré, a conversar con el”.
Rita Valdés asistía con regularidad a la
iglesia donde oficiaba el padre Sardiñas en Nueva Gerona y asegura que “ante
cosas mal hechas que alguien hiciera mientras oficiaba, se incomodaba”, y
luego, al finalizar la misa, “le llamaba la atención a la persona que no lo
hubiera atendido o se hubiera reído”; pero además aclara que si bien parecía
muy serio, en cuanto comenzaba a hablar
“se veía un carácter muy afable”, y revela una anécdota muy singular. La
primera vez que el padre Sardiñas visitó su casa, reparó en un piano que estaba
en la sala, y ya, en la próxima ocasión: “se sentó y empezó a tocar en el, y
hasta a cantar canciones de amor”.


Roberto, además, refiere otro detalle
interesante ocurrido después del desembarco y que tiene que ver con la captura
del yate Granma y es que: “antes de ser
trasladado a La Habana, fue conducido a
Isla de Pinos”, suceso que provocó que el pueblo pinero fuera a visitarlo al
muelle y afirma que: “Sardiñas estuvo entre los primeros”.
Melba Hernández, una de las dos mujeres que participó en el asalto,
confirma haber conocido al padre Sardiñas, “a través de los combatientes del
Moncada que sufrieron prisión en Isla de Pinos” y añadiría:
“Posteriormente, cuando se produce el
desembarco del Granma, entre los nuevos prisioneros trasladados al Presidio
Modelo en Nueva Gerona, se encontraba alguien que en aquel momento ya estaba
unido a mi por razones matrimoniales, el compañero Jesús Montané. Eso me llevo
hasta vivir en Nueva Gerona y me dio la oportunidad de conocer al padre
Sardiñas. ¿Por que?, pues porque el era una personalidad en la isla y porque no
ocultaba su pensamiento revolucionario; el
pueblo y todo el mundo lo conocía, y,como
es natural, aI llegar yo a la isla, pues se acercó, me lo explicó y se mantuvo
en relación muy cercana a través de una de mis cuñadas, la compañera Magaly
Montané, Maga, que en esta primera etapa, pudiéramos decir,era la coordinadora del trabajo de la isla en La Habana.
Ya en la isla existía un movimiento. yo no
diría que una fuerza, pero si había un sentimiento de oposición al régimen,
fuerzas que mas tarde sí fueron significativas, como fue el comandante Julio
Martínez Páez, medico del III Frente en la Sierra Maestra y otros que dieron su
aporte a la lucha. Entonces Maga se convirtió en la
coordinadora de esta actividad y no solo se limitaba a trabajar en su ciudad,
sino que se multiplicaba, trabajaba en otras provincias, con otros compañeros y
en relación muy estrecha con los presos políticos.
Rita Valdés, asistente regular a sus misas, aunque no
puede recordar con exactitud las palabras
que el padre Sardiñas empleaba, asegura que “cuando al parecer, ya él tenía sus ideas políticas definidas, siempre
en sus sermones dejaba caer algo”, por lo que los feligreses comentaban: ^jAy!,
el padre Sardiñas es revolucionario”. Otros, en cambio opinaban: "No, es
que el es así."
Melba Hernández señala que ya después del
desembarco de Fidel, cuando el proceso revolucionario estaba más avanzado,
había un estado general en el país, que permitía tomarse más libertades, de ahí
que el padre Sardiñas: “usó el púlpito para condenar a la tiranía y apoyar el
proceso revolucionario y a Fidel”. Y aclara que no obstante su posición, muy
conocida en la isla: “las autoridades tenían el cuidado de respetarlo; por
supuesto, no se imaginaron jamás que el padre Sardinas diera el paso de subir a
la Sierra Maestra”.
La heroína cubana, precisa además que
“Sabían de sus ideas políticas, sabían de
su posición tan viril, pero no lo sospechaban; aunque él expresaba en sus oficios religiosos su posición
política, parece que las autoridades de alii consideraron que era menos
perjudicial permitir esos oficios que detenerlo, porque, naturalmente, si
actuaban contra él, en un pueblecito como Nueva Gerona, hubiera sido un
tremendo escándalo”.
Melba menciona además, haber tenido
conocimiento de la labor social que el padre Sardiñas desarrollaba en la Isla
de Pinos; labor social que incluía entre otras cosas, hasta invertir sus
modestos recursos personales en proteger a niños pobres y comprarles ropas.
Argelio Díaz, con sus diez años, era uno de aquellos niños,
estudiaba en la academia privada San José, situada al lado de la iglesia; pero
llegó un momento en que su familia, por falta de recursos económicos, no pudo
continuar costeándole los estudios: “Cuando se enteró de mi situación, se hizo
cargo de mis estudios” Posteriormente, al marcharse a la Sierra Maestra, le
entregó un dinero a un amigo y le encargó que se ocupara de que el niño
continuara estudiando.
Argelio no puede olvidar tampoco que en
muchas ocasiones: “cuando me veía con los zapatos sucios, me los quitaba, los
limpiaba y me los volvía a poner”. Es cierto que para algunos pueden resultar
detalles insignificantes; sin embargo
para aquel niño, quedaron grabados por siempre “por lo humano que era”; pero además,
recuerda su inmensa modestia y que no le gustaba hablar de las cosas que
hacía: “uno las conoce simplemente porque estaba cerca de él”-
Mariano Rives señala que además de humano:
“Sardiñas. en su forma de hablar, de
expresarse y de actuar, se veía que era una persona sensible y modesta y que atendía
y ayudaba a todos, sin distinción de posiciones como hacían otros”.
Melba por su parte añade que:
“El padre Sardiñas decía que tenia que
terminarse en el país ese tipo de gestión para remediar la pobreza del pueblo,
y que esto solo se resolvía a través de una revolución.
Es decir, ya el tenia un pensamiento muy
claro, muy definido sobre el proceso revolucionario y sobre el papel de la
revolución como única vía para solucionar los problemas económicos del pais.
Era muy agradable conversar con él, por su gran cultura. Hablábamos de temas
sociales y políticos, y sus enfoques sociales eran muy buenos, y en cuanto a su
enfoque político podemos afirmar que era magistral”.
Roberto Más, uno de los fundadores del
Movimiento 26 de Julio en Isla de Pinos revela que Sardiñas llegó a militar en la célula del movimiento de
aquel lugar, cuya jefa era Maga Montané
y precisa que:
“Fundamentalmente daba dinero, aunque me
había planteado hacer cualquier cosa, que lo utilizáramos si era necesario
esconder a algún compañero o ayudar en algo mas, que el estaba en disposición
de hacerlo, y en una ocasión en que le voy a pedir dinero, me dice que quería
ir para la sierra. Se analizó con Melba y con otros compañeros de la Dirección
Nacional.
El propio padre Sardiñas, en entrevista
para el programa televisivo Ante la Prensa, en el año 1961, recordaba aquella
conversación:

continuará en la segunda parte ….